sábado, 28 de noviembre de 2009

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Aquí tenéis el nuevo relato, esta vez, de Patricia. ¡Ojalá os guste! Como ya hemos ido anunciando, cada domingo publicará una de nosotras, por lo que la semana que viene, ¡pasad y leed la publicación de Inés! Muchas gracias por pasar y comentar, de verdad, os lo agradecemos y mucho. Sin más, os dejo con el relato.





El ambiente está cargado. Hacía mucho tiempo que no respiraba ese calor. Es dulce, y me reconforta por dentro. Lo necesitaba.



Vivo en una casa donde la humedad se come la pintura y temo al frío, que entumece mis huesos.

Acostumbro a estar sola envuelta en silencios eternos. Por eso, me pongo a pensar. Mi mente rompe las cadenas que la mantienen estancada y navega libre explorando horizontes infinitos.

A veces, cometo el error de recordar. A un marido difuminado por los años y a una niña, preciosa, que está demasiado ocupada para llamar.

Me acuerdo de que afuera hay mundo gracias al repartidor. Todos los miércoles, una cara fuerte, tosca y malhumorada me reprocha con la mirada subir a un cuarto piso sin ascensor. Impregna el salón de humo y cierra de un portazo. Creo que él también está solo.





Pero hoy, hoy hay mucha gente. Me concentro en sus rostros y todos me son conocidos. Demacrados por la tristeza, caminan de un lado a otro.



Intento sonreír al pensar que, cuando más falta haces, es cuando ya no estás.



Como imaginaba, no puedo.



Una música es lo último que oigo en el momento en que, sobre mí, se cierra el ataud.





Patricia.

viernes, 20 de noviembre de 2009

ELLA

Aquí nuestro primer relato. A partir de la próxima semana empezará a publicar cada domingo una de nosotras. El próximo día le toca a Patricia. Esperamos que os guste.



Ella lo era todo. Por eso no había dudado. Por eso la dejaría hablar. Si ella hablaba, ellos lo entenderían. Estaba seguro.

-Explícaselo tú.

Ella era la perfección. Era la única que había permanecido siempre a su lado. La única que no le dio la espalda cuando todos los demás le ignoraron. La única que podía considerar amiga. Por eso no había dudado.

Además, resultaba imposible contradecirla. Tan solo había que mirarla para quedar impregnado de esa magia que parecía envolverla y que volvía insignificante a cualquier otro ser del universo. Tan solo había que observarla para entender que sería imposible negar algo a aquel ángel caído del cielo. Ella era la perfección.

Por eso su respuesta hizo que algo muriera en su interior, que algo fuera arrancado de lo más profundo de su alma llevándose consigo la paz que gracias a ella le había acompañado desde al infancia.

-No. No puedo hacerlo.

Fue entonces cuando aquel hombre se vino abajo, sintiéndose por primera vez miserable, abatido, inhumano. Cayó de rodillas y, sin poder evitarlo, el llanto comenzó a sacudirle, haciendo que todo su cuerpo temblara al ritmo de sus sollozos.

-¿Por qué? -logró gemir. -¿Por qué? -repitió gritando.

El silencio fue su única respuesta.

No había dudado, era cierto; tal y como ella le había pedido, había matado a aquel hombre, a alguien a quien ni siquiera conocía, pero en aquel momento empezaba a sentirse arrepentido.

Inés




El aire se respiraba tenso y amargo. Se introducía letal por mi cuerpo hasta llegar a los pulmones. La escena me ahogaba. Sus ojos se hallaban congelados en el tiempo. En mi mente, un amasijo de sentimientos enfrentados luchaban por volverme loco.

Como a él.

De rodrillas, gimoteaba desesperado y roto de angustia. Su alma atormentada iba marchitándose poco a poco.

-¿Por qué?- bramaba- Lo hice por ti.

Hablaba de una mujer. Su deslumbrante belleza turbó sus sentidos, provocando que el corazón le estallara en mil pedazos.

Desconocía que, tras esa sonrisa, le esperaba un largo pozo de venganza y dolor.

Se arrojó al suelo cubriendo el rostro con las manos. Lágrimas caían atropelladamente por sus mejillas. Me resultó imposible no sentir compasión. Postrado ante nosotros, había un hombre destrozado, triste, y solo. Grabada a fuego, la culpa del asesinato ardía bajo su pecho.

Encerramos, para siempre, una esencia que se consumía entre las llamas de la locura, por culpa de una dama, que solo él podía ver.

Patricia.

viernes, 13 de noviembre de 2009

¡Bienvenidos!

"Si me hubiera parado a pensarlo, hubiera comprendido que mi devoción por Clara no era más que una fuente de sufrimiento. Quizás por eso la adoraba más, por esa estupidez enterna de perseguir a los que nos hacen daño..."



Un puñado de palabras basta para crear mundos en los que todo sea perfecto. Donde los palacios alcanzan la medianoche y las luces, en septiembre, cobran un brillo único. Allí donde los sueños se guardan bajo llave en profundos océanos hechos de cristal.
Te invitamos a conocer el nuestro...


Patricia e Inés.