domingo, 21 de noviembre de 2010

Nerea

Hoy publico yo, Inés, después de meses sin pasarme por aquí. Y os pongo este relato pues, aunque ya lo he publicado en Tuenti, hoy me enterado de que Jorge (del grupo) se ha leído la historia y le ha gustado, y me parece una bonita forma de recordarlo. Espero que sigan durante mucho tiempo tranmitiéndonos su música :)



La joven entrega la entrada al hombre que está en la puerta. Intercambian una sonrisa. Tiene un piercing en el labio que le hace irresistible.

-Aquí tienes. –dice tras comprobarla

La recoge con una mano temblorosa. Es su primer concierto. La primera vez que va a verles en directo. Duda. Quizás no haya sido una buena idea y debería haberse quedado en casa. Estudiando.

Entra en el palacio. Compra una chapa con el logotipo del grupo. Va al baño, localiza su sector y abre la puerta que le comunica con el mismo. Se queda durante unos segundos sin respiración: no sabía que aquello era tan grande. La emoción la invade al ver tanta gente, junta, esperando lo mismo. Trece mil personas. Qué lejos han llegado.

Se sienta y espera pacientemente a que los teloneros acaben. No los conocía pero sus canciones son pegadizas. Le gustan. Se anota mentalmente escucharlas en un futuro.
El tiempo pasa. Las diez menos cuarto. Las diez. Las diez y cuarto. La expectación puede sentirse de forma incluso palpable, tangible en cada rostro que espera con nerviosismo.

Y entonces algo suena. Éramos distintos imposibles, un futuro menos claro. El volumen de la música sube de golpe. El telón cae. El concierto empieza.

Y entonces recuerda. Aquellas palabras pronunciadas en la intimidad de los besos. Todo está perfecto. No nos falta nada. Ni siquiera luz. Ni siquiera tiempo. Aquellos instantes, a cinco minutos de amanecer, en los que le confesaba en secreto, guardado por tortugas, que su mirada le hacía grande y que cada milímetro le parecía como una prisión en la que resonaba constantemente aquella vieja canción. Capaces de entenderse siempre que lo hicieran sin palabras. Improvisadores de guiones definitivos que no tenían más remedio que olvidar.

Y recuerda entonces el momento en el que todo comenzó a torcerse, después de tantos tantos años. El momento en el que la raya, la línea, comenzó a anotar más cosas en el lado de las cosas que salen del revés. La máxima idiotez. Las ventajas tienden a desaparecer. El hecho de que, por mucho que lo pensaran, siempre saliera cruz. La más pura incomprensión ante las palabras, encendidas por la rabia, capaces de llegar al alma siendo simplemente nada. Se hizo tarde. Abrió los ojos y vio que ya no estaba. El final que ninguno de los dos quiso, pero que llegó. Que llegó al decir adiós.
Y le imagina escribiendo palabras que, en breves, acompañará con música. Por si acaso no te llegan mis abrazos, yo te dejo mi canción. Puede sentir su firma en cada una de sus letras, mensajes ocultos que serán invisibles para el resto de personas que se conformarán con cantarlas, ignorantes de que todas ellas guardan una historia y poseen un destinatario concreto.

Siente que todavía le quiere. Pues aunque escuchó todas y cada una de sus palabras, nunca quiso entender. Y cree que él siente lo mismo. Porque siempre ha tenido un corazón que no le cabía. Y porque, al fin al cabo, nadie negó que un te quiero es para siempre.

El concierto acaba.

Reúne las fuerzas suficientes y decide llamarle. Está llena de dudas. Teme que se niegue a verla. Pero el deseo de saber si es su nombre el que aparece en su mirada cuando permanece en silencio es muy grande. Quiere que sus sentidos vuelvan a perderse. Tiene miedo a equivocarse. Necesita saber. Necesita librarse de la culpa que la persigue, la acecha y no la deja. Necesita que el hastío de cada noche de no poder entenderle desaparezca.

Aunque, al fin al cabo, esa sea su condición.

Está maldita. Maldita por un grupo que encima lleva su nombre.



Dedicado a Gemona y a Cris, por aquella noche tan especial que compartimos hace hoy un mes. Y a Gon porque, gracias a su idea, el relato ha llegado hasta nada más y nada menos que Jorge, cantante y compositor del grupo Maldita Nerea ;)

jueves, 15 de julio de 2010

Siempre niño.

Hola a todos


Bueno, por fin publico yo, Inés, que estado algunas semanas sin inspiración y, por tanto, sin poder hacerlo. Así que, espero que os guste.

Y bueno, me gustaría saludar a nuestro anónimo, el cual está dando vitalidad a nuestro “refugio” y está contribuyendo a hacerlo más ameno. Resulta muy interesante no saber tu identidad, aunque tenemos muchas ganas de hacerlo. Pasado mañana te contestamos más lentamente y te respondemos porque ahora no tenemos mucho tiempo.

Y por último, una pregunta, para que si quieres vayas contestando, esa “C” que pones al final de tus cometnarios, ¿es la inicial de tu nombre? Y, ¿eres de Madrid ciudad?

Y sin más, os dejo con el relato

Existe un lugar donde el tiempo no pasa; donde la vida es percibida como un juego. Sin pasado. Sin futuro. Con reglas que se improvisan.

El mar que lo rodea está habitado por sirenas y por piratas que navegan sin rumbo fijo. La tierra es de los indios. Y de las hadas, capaces de bendecir a unos pocos afortunados con el don del vuelo.

La magia se respira en el aire, y la imaginación rebosa de allá adonde mires.

Es por ello por lo que no transcurre el tiempo. Porque al observar un mundo así, el alma decide detenerse, dejar de avanzar para quedarse eternamente en el instantemente que contempla. Allí no se envejece.

Pero claro, todo esto queda demasiado lejos. Segunda estrella a la derecha, si mal no recuerdo.


Dedicado a Silvia, con mucho cariño. Porque ella sí que vive en el país de Nunca Jamás.


Inés.

miércoles, 30 de junio de 2010

Tenochtitlan

¡Hola! Publica de nuevo Patricia ( pronto lo hará Inés) con un relato que viaja unos cuantos años atrás en la historia.

Nos gustaría agradecer al Anónimo sus dos comentarios, pues, además de que nos encanta su forma de escribir, nos alegra que haya leído y comentado en nuestro blog. Nos encantaría que siguieses leyendonos, comentando, así como también conocer tu identidad. Nos vemos pronto.

Quetzacoalt, dios y rey de Tula, dejó escrito en leyendas la profecía responsable de arrebatar el sueño a Moctezuma durante cuarenta noches sin luna: la caída del reino Azteca. En las más temibles pesadillas aparecían imágenes difusas, que representaban el ansia de un rey sediento por volver a erguir su imperio.
En Tenochtitlan se respiraba miedo y angustia. Las cosechas eran pobres y los pájaros proferían cantos marchitos. Comenzaron a ver montañas deslizarse por las aguas. Los cielos tornaron turbios, del mismo color que tiñe el infierno. Supieron que se trataba de voces divinas, la furia confinada de sus propios dioses.

De aquellas montañas navegantes, descendieron seres pálidos y lánguidos, como llegados del otro mundo. Vestían atuendos de fuertes telas, con adornos coloridos que rompían el paisaje, de un verde intenso. La profecía seguía su curso y Tenochtitlan se escurría entre los reductos de una población que caminaba hacia su fin.

Moctezuma colmó de dotes a Quetzacoalt, que había aterrizado desde lo más alto del cielo para ocupar de nuevo el trono despojado. Los enseres henchían la querencia de aumentar los tesoros a estos recien llegados dioses. Pasó a ser un fiel esclavo, y durante la noche, rezaba plegarias alrededor del fuego, consumiendo en cada lágrima el amor hacia su pueblo.

Quetzacoalt abandonó Tenochtitlan y Moctezuma cayó preso. Perdió la noción del tiempo y según cuentan, también la razón. Encerrado en la oscuridad de cuatro paredes húmedas, únicamente se valió de los recuerdos para seguir con vida.

Un día, un halo de luz despertó a Moctezuma de un profundo sueño. Quetzacoalt había regresado dispuesto a salvarle. Buscando el apoyo en los brazos del bienhechor, consiguió librarse de la cueva y sentir, como antaño, la frescura exterior. Pero una lluvia de flechas y piedras envolvieron a Moctezuma, que rodó herido, muerto y sepultado.

Fue el 13 de agosto de 1521, cuando Tenochitlan terminó definitivamente en manos de Cortés.


Patricia.

jueves, 3 de junio de 2010

Piensas demasiado.

Hola! hoy publico yo, Inés Abalo. Siento haber estado tanto tiempo sin publicar, pero aquí vuelvo con uno de mis más que fantásticos relatos. Disfrútenlo!

Nunca había aspirado a demasiado, era cierto. Sabía que había nacido obrera y moriría siendo obrera; era algo que no cuestionaba. De hecho, era de las pocas cosas que no cuestionaba.
Desde el principio supo que era diferente. No se conformaba con vivir. Quería saber por qué. Su familia, su gran familia, era feliz desempeñando su oficio, llevando a cabo aquello a lo que habían sido asignados desde pequeños, sirviendo a aquel personaje que hacía llamarse "Reina" pero al que, a ciencia cierta, nunca habían visto.
Sin embargo, ella pensaba. Intentaba resolver los interrogantes que siempre había tenido metidos en su cabeza. ¿Y si había algo más allá, tras el desierto que les rodeaba? ¿Y si aquellos temblores en la tierra eran producidos por algo, por algún ser extraño cuya existencia desconocían? ¿Y si aquellos pobres locos tenían razón al afirmar que había más seres como ellos?
En una ocasión había tratado de comentárselo a su hermana, y todavía recordaba la aspereza con la que ésta le había mirado:
-Piensas demasiado.
Y quizá fuera cierto. Quizá ninguno de aquellos interrogantes tuviera respuesta y no mereciera la pena intentarlo.
Al fin y al cabo era pequeña, diminuta, prescindible, insignificante, dentro de aquella gran y compleja sociedad a la que pertenecía. Al fin y al cabo, no era más que una hormiga.

viernes, 7 de mayo de 2010

Medusa

Hola a todos :) Sentimos haber tenido abandonado el blog durante mes y medio, pero hemos pasado unos pequeños problemillas. Aún así, ya está todo solucionado, así que volvemos a reabrir el blog, aunque no prometemos publicar semanalmente (aunque lo intentaremos :) ).

Publica, en esta ocasión, Patricia :)


Se desliza guareciendo las tierras de ultratumba.
Es esclava de una lucha contra el más fiero titán.
Sus entrañas ponzoñosas desprenden gritos de furia
Por la dama, tan hermosa, que la historia dejó atrás.

Cabellos de seda y miel, en obeliscos tornaron.
Tres colmillos nacarados, fuertes como metal.
Relucientes y apagados, los ojos envenenados
Vuelven piedra, culpa y llanto cada rostro y su verdad.


Nunca la maldad fue tan delicada.



Patricia




martes, 23 de marzo de 2010

Hola a todos. En esta ocasión publico yo, Inés. Espero que os guste :)

Recordaba la última vez que se había salido de lo habitual. Había sido un regalo de su tía. Era alegre, llena de color, divertida. Le gustaba mucho.

-Qué camiseta más fea –fue lo primero que oyó.

En cualquier otra ocasión se habría callado y asumido que tenía razón, pero aquel día algo le dio fuerzas y fue capaz de responder:

-A mí me gusta.

El tiempo se detuvo. Varias cabezas clavaron su mirada en ella. La presión era tangible. El silencio se convirtió en asfixiante y deseó con fuerza encontrar la palabra precisa y exacta que fuera capaz de romperlo. Pero se adelantaron.

-Es horrible.

No volvió a discutir. En cuanto llegó a su casa la guardó en el rincón más profundo de su armario, donde escondía el resto de cosas que la hacían ser diferente. Decidió entonces sumirse en un luto eterno que la acompañaría hasta el final de su existencia. A partir de aquel día, solo vistió de negro.


miércoles, 3 de marzo de 2010

Ser escritora

Hola a todos! Sentimos el retraso, pero es que estamos en plena época de exámenes y nos ha sido imposible publicar semanalmente. Esta semana publico yo, Patricia Rodríguez. La verdad es que no quería hacerlo, porque como bien me dice mi buena y maravillosa (además de guapa) amiga Inés, soy estúpida perdida y no soy capaz de apreciar el don que me han entregado y por el cual consigo escribir cosas como ésta. A partir de ahora me comprometo a que me gusten más mis propios escritos para no ser castigada :)


Me sumerjo en un profundo océano gobernado por palabras con la esperanza de encontrar aquella que anhelo día y noche. Sin embargo se resiste a huir de su escondrijo de cristal porque sabe que la busco y teme ser atrapada. Todavía hoy no soy capaz de expresar lo que siento. Quizá sea bueno, pues las promesas flotan en el aire y una vez suspendidas, sufren la condena de no ser recuperadas nunca. Como en una cárcel etérea.

Giro lentamente en un bucle que marea. Las espirales se condensan con deseos inalcanzables que engloban mi realidad más pura. Es tanta la inocencia que el poner los pies sobre la tierra me despierta con un vaso de agua fría. Y mientras los huesos se calan hasta lo más hondo, mi mente trabaja por sí sola, para convencerme de un remedio intolerable. En el preciso momento en que los ojos se han vendado, una escopeta de ilusiones arremente contra mis asustadas ideas. Los pensamientos se inundan del color del arte. De nuevo en la ecatombe, me pregunto una y mil veces de qué estarán hechas las ensoñaciones de un genio, y por qué las mías se trabaron en el intento. Maldigo el azar, por concebir y repatir daño. Agradezco al mundo la existencia de los delirios por los que suspiro. Lloro cuando se torna todo negro, pues es el mismo riachuelo helado el que me recuerda que se acabó el hechizo, responsable de teñir el trasfondo de mis sueños.


Nota: Realmente he publicado yo, Inés, aunque el relato es, por supuesto, de Patricia. Ha sido un pequeño ajuste de cuentas que la debía ;)

PD; Pat: he cambiado la contraseña del blog. Para evitar posibles modificaciones futuras de esta entrada. Espero que no te importe :)

martes, 9 de febrero de 2010

¿Destino?

En esta ocasión publico yo, Inés. Siento el retraso, pero me fue imposible publicar el domingo. Espero que os guste.


Esther Santos llega tarde. Como todas las mañanas. La manía de aprovechar hasta el final los últimos segundos que el sueño le otorga hace que siempre tenga que ir con prisas.

Coge las llaves y se dispone a salir de casa. Antes de cerrar la puerta, ve un pequeño bulto sobre el ropero. Se olvidaba la bufanda.

Piensa unos segundos.


Decide cogerla.

El viaje en metro le resulta monótono y aburrido. Como siempre. Alza la vista. El chico que se sienta frente a ella la mira. Es guapo. La sonríe. Se sonroja.

La megafonía del vagón anuncia que ha llegado a su destino. Intercambia una última mirada con él a modo de despedida y baja a la estación.

Anda unos metros. De pronto, alguien la toca el hombro. Se gira. Es él.

-Te has dejado la bufanda.

No puede evitar sonreírle. Aún no lo sabe, pero Esther Santos acaba de conocer a la persona con la que compartirá el resto de su vida.


Decide no cogerla.

El viaje en metro le resulta monótono y aburrido. Como siempre. Alza la vista. El chico que se sienta frente a ella la mira. Es guapo. La sonríe. Se sonroja.

La megafonía del vagón anuncia que ha llegado a su destino. Intercambia una última mirada con él a modo de despedida y baja a la estación.

Anda unos metros. Decide acelerar el paso para tratar de llegar antes y disminuir así la bronca que probablemente recibirá.

El día concluye con total normalidad.



Dedicado a Laura, mi prima, en recuerdo a aquella conversación en el viaje al museo de Sorolla. Porque, sinceramente, creo que hay muchas casualidades de las cuales solo percibimos una décima parte. Y porque no creo en el destino.

lunes, 1 de febrero de 2010

AB.

Hoy publica Patricia.
A quiere a B, pero todavía no lo sabe. B mira a A, y lo siente. B piensa en A. A piensa en A.
B bebe. Bebe y olvida. A deja de comer. B sufre por A. Lo sabe todo. Necesita escucharla para hacerla sonreír. Pero A sigue subida en su montaña de cristal. B no puede alcanzarla, porque destrozaría su frágil mundo. A observa su cuerpo vacío. El aire alimenta el débil entusiasmo por gustar a los demás. En el fondo está marchita.
A ve a B. El corazón de B bombea muy fuerte. Teme por su pecho, a punto de estallar. A y B se abrazan. AB

* * *

A llora, y le grita con furia. B se deshace, muy lentamente. A desearía no haberle conocido nunca. B haría lo que fuera para verla feliz. Está desconsolada. B es incapaz de recomponer sus pedazos.

* * *
A se tira en el sofá. Piensa en B. Lamenta haber perdido a la única persona que entendía sus palabras como algo más que un simple susurro. A no es más que el retazo impreciso de un alma predestinada a estar rota. A no es A sin B.

* * *

B la extraña. Se está volviendo loco. B se consume. Rompe los cristales. Piensa en A. Como cada noche. B no es B desde hace mucho tiempo.

* * *
B y A jamás podrán volver a amarse.
Patricia.

domingo, 24 de enero de 2010

Sin nadie

Hola :)
Esta semana me toca de nuevo. Espero que os guste.

Se sentía solo.
Hablaba y nadie escuchaba. Pedía ayuda y nadie acudía a socorrerle. Gritaba, y solo un eco apagado de su propia voz respondía.
La soledad, que parecía haber adquirido forma humana, era la única persona que lo acompañaba.
Por ello se decidió, y tratando de hacer su existencia más llevadera, esculpió en barro una figura a su imagen y semejanza a la que otorgó aquello a lo que atribuía su estado, aquello que lo distinguía del resto por ser él el único que lo poseía: la vida.

Y desde aquel momento, Dios se sintió acompañado.

Dedicado a Silvia, mi querida joticboja ;)

domingo, 17 de enero de 2010

¡Hola! publico con una semana de retraso, pero me ha resultado imposible hacerlo antes. Aquí os cuelgo el nuevo relato. ¡Un saludo!
Hace muchos años poseía una visión distorsionada del mundo. Temía las arenas movedizas que atrapaban a los hombres en "Tarzán". El corazón se me encogía y cerraba los ojos suplicando que no me pasara nunca. Hasta que, un día, empecé a hundirme en el fango. Me pilló desprevenida y no sabia qué hacer. Tenía la certeza de que todo había terminado. Fue entonces cuando mi pie palpó algo duro, y, desesperada, me impulsé con la mayor fuerza posible. Corrí sin mirar atrás como si fuera la protagonista de mi propia película. Perdí un zapato nuevo, y olvidé los yogures de cristal.
La espina bífida de mi tío me hacía creer que nuestra familia había sido condenada por una terrible maldición. Que mis antepasados eran poderosos brujos y por culpa de un error fueron descubiertos. Él pagó el castigo y muchas veces me daba pena. Aún así, seguía sintiéndome especial.
No encontraba mejor modo de defenderme que las amenazas. Y es que mi Primo Paco, de metro noventa era, no hace tanto tiempo, un gigante ante mis ojos. Por supuesto el hecho de tener un gigante sangre de mi sangre, era un arma letal contra cualquier intento de burla.
Mis estrambóticas maías irritaban a mi madre. Mascaba gomas de borrar y teñía los chicles. Para probar nuevas cosas, vaya. Una tarde me apetecía inovar. Descubrí que al frotar las minas de los lápices en la bañera se desprendía un fino polvillo infalible para luego cubrirte la piel. Poco a poco me fui manchando hasta que , sin yo notarlo, era totalmente gris. Supuse que debía hacer algo, y que mejor opción que presentarme como un marciano. Así lo hice. Aparecí en la habitación de mi hermano y lo solté de golpe. Se puso a llorar, claro.

Lo que viene después es fácil imaginarlo.

Tardé varios dias en recuperar mi verdadero tono de piel.

Era pequeña y la imaginacón me jugaba malas pasadas. Es ahora cuando soy consciente de que se trataba de un charco de barro y que, por mucho que me gustara, mi primo no era un ser excepcional.

En fin, son cosas de las que me doy cuenta según van pasando los años.
Patricia.

domingo, 3 de enero de 2010

Declaración

Este domingo me toca publicar a mí, Inés. Espero que os guste. Tened un feliz año todos :)


Alguien me dijo en cierta ocasión que era mejor arrepentirse de lo que hacías que de las cosas que, por temor o cobardía, nunca llegabas a realizar.

Quizá fue aquello lo que me impulso a hacerlo.

Creo que en ningún momento llegué a estar segura del todo. Fue un acto rápido que apenas pensé, movido por el intento de dejar atrás un sufrimiento que me atormentaba desde hacía bastante tiempo.

Los hechos eran claros. Él era elegante, inteligente, culto, interesante. Él era la perfección. Y yo tan solo tenía los ojos azules.

La sola idea producía en mí un enfrentamiento de sentimientos; una verdadera batalla que me destrozaba por dentro. Cada vez que lo pensaba, la voz, nacida en la razón, ridiculizaba mis ilusiones burlándose de lo absurdo. Pero aún así, y a pesar de la lógica de los argumentos que pensaba, había una diminuta porción, una duda donde vivía una pequeña esperanza, que se negaba a abandonarme a pesar de las circunstancias. No poseía la certeza absoluta. Y esa situación dolía mucho más de lo que una negativa hubiera supuesto.

Por ello me decidí y me dispuse a matar a esa pequeña ilusión cuya existencia acompañaba cualquier pensamiento que tuviera. Era un acto suicida cuyas consecuencias irían acompañadas de dolor, pero entendí que era preferible entregarme a la realidad que vivir atormentada en un mundo de sueños e ilusiones.

Cada vez que lo recuerdo una sonrisa se me dibuja en el rostro. Han pasado siete años y, a pesar de todo, le sigo amando tanto o más como el día en el que le vi por primera vez. Sin embargo, no ha sido hasta hoy, día en que nos hemos casado, cuando he entendido que él siente exactamente lo mismo.

Dedicado a mi querida Neru, una bonita venganza que le prometí hace una semana :)