jueves, 22 de septiembre de 2011

Filosofando...

Hola a todos! Aquí ando yo, Inés, publicando de nuevo :)

A ver si os gusta :)


En días como hoy me doy cuenta de lo poco que acompasan las palabras a la realidad que describen.

De manera natural usamos expresiones cargadas de tal peso que una sola de sus sílabas sería capaz de tumbar al más fuerte de los hombres.

Y…¿por qué no lo hacen? Porque abusamos de su mayor y único enemigo: convertir en cotidiano su uso las vacía de significado, haciendo que la armonía entre palabra y realidad quede rota, se transforme en la repetición de unos sonidos a cuya música nos hemos acostumbrado.

¿Cómo saber cuando algo es lo suficientemente grande como para ser llamado? De lo que sea, de cualquier cosa. ¿En qué momento el sentimiento merece nombre?

Ahí reside el misterio. Y por miedo a quedarnos cortos, nos pasamos de largo.


A Belén, amante de las palabras :) Por la ilusión que me hace que sigas el blog :)

martes, 13 de septiembre de 2011

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¡Sorpresa! A pesar de llevar una eternidad sin pasarnos por aquí el blog no ha muerto! Soy Pat, y hace un montón que no publico, así que subo esto, que es lo único que he escrito en el verano y es bastante pobre. Mis disculpas. :)



Agosto está matando las calles. La suciedad permanece en el suelo pero apenas hay quien pueda pisarla. La mugre pide a gritos un poco de algarabía. El calor anula las mentes y los corazones. Como zombis, poco más de una decena de almas cuyo rumbo desconozco, deambula sobre el empedrado. Un hombre embriagado por el alcohol da palmas entonando una canción que no he oído nunca. Es seguido por un compañero de borrachera que descuida su imagen y deja al descubierto partes de su cuerpo que desearía borrar de mi memoria. El olor a wisky es terriblemente penetrante. Me pregunto en qué constelación estarán ahora, y a quién irán destinados sus cánticos. A duras penas cruzan la calle y decido pasar a otra cosa.

Entro en el supermercado. Apenas necesito comprar un par de cosas pero agradezco el fresco que reina en el interior. Los gritos de tres niños desaliñados llaman mi atención. Juegan a ser rebeldes sin saberlo.
-Le he tocado el culo.
Habla de la mujer que le precede. Miente para sentirse mejor que el resto.
-Le habrás tocado el culo a tu madre, porque a mí, no.- Espeta la mujer.

Me alegro de que haya aplacado su insolencia y pago, satisfecha. Es increíble cómo te fijas en el resto cuando no tienes nada mejor que hacer.

Antes de salir a la calle, decido echar un vistazo a la parte superior. Observo un sinfín de libros sin pararme en sus reseñas. Me imagino a mí misma, un día, frente al ordenador. Un documento de Word abierto y cuatrocientas páginas rellenas con una historia inventada. Me río para mis adentros pensando en esa imaginación de la que carezco. Y en lo mucho que me gusta escribir sobre cosas que han pasado de verdad. Puede que sea porque, en la mayoría de los casos, la realidad es asombrosamente emocionante.

Un grupo de hombres mal vestidos ocupan gran parte de la acera. Se miran desafiantes y discuten en un idioma que no soy capaz de entender. Tienen marcas en los brazos y mucha historia detrás de sus pupilas. No estoy segura de si van a pelear pero prefiero no quedarme a comprobarlo.

Subo la calle, con el bochorno golpeándome en la cara mientras miro alrededor y veo la falta de esperanza. De todos aquellos transeúntes atados a trabajos que solo les permiten malvivir. A la ausencia total de sueños. A los pies cansados, los hombros molidos, las cabezas gachas. A las malas voces, los malos gestos, las malas miradas.

Las terrazas, en cambio, gozan de un color distinto. Gente disfrutando de la copa de las ocho. Riendo y hablando. Evadiendo el trabajo y las responsabilidades. Haciendo planes de futuro. Saboreándolos de antemano.

El calor no se desvanece. Se avecina otra infernal noche sofocante.


Pat.♥