viernes, 26 de julio de 2013

Las circunstancias de la vida

Hola a todos! Aquí estoy yo de nuevo, Inés, publicando una reflexión en el blog. Espero que os guste! Se acepta cualquier tipo de comentario ;) 

Las circunstancias de la vida quieren que la muerte haya estado presente en mi entorno durante los últimos meses, llevándose a personas lo suficientemente lejanas como para que su ausencia no me apene pero lo suficientemente cercanas como para sumirme en un profundo mar de reflexiones.

La Muerte. Qué idea más densa y compacta.

Creo que lo más asfixiante de la misma, demasiado ancha como para que podamos abarcarla en su totalidad es, además de la inevitable ausencia que arrastra consigo, su completa falta de sentido.

Como seres racionales que somos nos pasamos la vida buscando razones. Motivos que sustenten el mundo, que nos ayuden a enfrentarnos a él, que nos permitan predecirlo. Y así, aunque en realidad nos encontremos en un lugar caótico y profundamente azaroso, nuestra mente es capaz de dibujar reglas que parecen encerrarlo. Normas que parecen regirlo. Cadenas de humo que embellecen aquello que ciegamente observamos.

Por eso la muerte resulta tan difícil de digerir. Porque arranca de cuajo esos pilares que llevamos construyendo durante tantos años. Porque nos recuerda nuestro débil control sobre las cosas y que el mundo rara vez actúa con justicia. Y claro, cualquier mente racional es reacia a entender algo que no puede ser entendido.

¿Qué muere una persona mayor? Ya le tocaba, nos decimos. ¿Qué muere una persona mala? Lo tenía merecido, sin duda (como si alguien pudiera acaso llegar a merecerlo). Pero, ¿qué ocurre con el resto? ¿Dónde está el sentido de la muerte de un niño que lleva enfermo de nacimiento? ¿Dónde está el de Alberto, ese padre que dejó una viuda y a dos hijos huérfanos? ¿Y el de esas ochenta víctimas que llevamos en el terrible accidente de Santiago? No lo busquen señores, porque sencillamente no existe. Son cosas que suceden y que nosotros reinventamos para tratar con suerte de entenderlas.

Y si dudan de lo que digo, observen como he empezado estas líneas: “Las circunstancias de la vida quieren”. ¿Quieren? Por el amor de Dios. ¿Hasta dónde puede llegar nuestra absurda manía, nuestra innata determinación a personificarlo todo? ¿Quieren? Como si hubiese un deseo. Una intención. Un sentido. ¿Quieren? Por favor… las circunstancias de la vida no quieren. Tan solo se limitan a suceder.

Así funcionan las cosas. La muerte nos recuerda el sinsentido de la vida y que su verdadero significado solo podemos dárselo nosotros.


A Alberto. Por lo profundamente injusta que me parece tu muerte.