jueves, 9 de octubre de 2014

Ébola y España



Aquí os dejo (Inés) lo que toda esta situación del ébola me inspira. No hay nada como escribir para liberar el profundo malestar que genera la incompetencia de unos pocos. 

Han sido múltiples y continuas las ocasiones en las que últimamente algunos políticos de nuestro país han quedado en evidencia debido a su incompetencia y a su falta de escrúpulos.  

Con el ébola, sin embargo, se han coronado. Y ya no por el grado de inutilidad que reiteradamente demuestran en cada una de sus actuaciones (que tiene mucho que comentar), sino por la falta de humanidad que las mismas reflejan. 

Hay que ser muy mezquino, ruin y soez para culpabilizar a la auxiliar de enfermería de haberse contagiado. Para tratar de convencer a la opinión pública de que la responsabilidad no es suya. Para convertir en cabeza de turco a una mujer que se debate ahora mismo entre la vida y la muerte y que ofreció voluntariamente arriesgar su vida para cuidar la de alguien que llevaba luchando contra la injusticia en África desde hacía varios años. Hay que ser muy poco digno. Y muy poco humano. 

Sin embargo, no es algo que pille por sorpresa, porque es una estrategia que ya han utilizado. Y si no, recordad el accidente de metro de Valencia o el del tren de Santiago, donde los únicos responsables señalados fueron los conductores de la maquinaria. Y tampoco es algo que se ciña de manera exclusiva a la clase política, pues son varios los periódicos y periodistas que se han sumado a este linchamiento sin sentido (Ángel Expósito, me has decepcionado tanto). Pero dice tanto de esas personas, que es imposible no sentir un profundo malestar en el cuerpo al ver que existen seres humanos tan poco merecedores del nombre. 

Y quizás, una de los elementos más hirientes de todo este asunto sea comprobar que resulta muy difícil no entrar en su juego y caer en el error. Continuamente escucho frases como “este país es de risa”, “si es que lo que no pase en España…” y otros comentarios similares, en ocasiones pronunciados por mis mismos labios. Cuando la culpa no es nuestra. Ni compartida. Ni un supuesto fruto de nuestra “cultura de vagos e incompetentes”. La culpa tiene nombres y apellidos (y estos no son Teresa Romero). 

En nuestra identidad como país no cabe tal nivel de mezquindad y vileza. España no es eso. España no es ese puñado de incompetentes que dicen representarnos y que tan solo suponen un mínimo porcentaje de lo que en realidad somos.  

Puestos a identificarse con una minoría de los españoles, prefiero hacerlo con aquella que es lo suficientemente valiente como para arriesgar su vida, ya sea yéndose a África o limpiando la habitación de un misionero infectado, que con aquella que diluye su responsabilidad culpando al eslabón más débil. 

Ellos no son España y en absoluto nos representan. 

A Teresa Romero. Ojalá vivas.