Aquí os dejo (Inés) lo que toda esta situación del ébola me inspira. No hay nada como escribir para liberar el profundo malestar que genera la incompetencia de unos pocos.
Han sido múltiples y continuas
las ocasiones en las que últimamente algunos políticos de nuestro país han quedado
en evidencia debido a su incompetencia y a su falta de escrúpulos.
Con el ébola, sin embargo, se han
coronado. Y ya no por el grado de inutilidad que reiteradamente demuestran en
cada una de sus actuaciones (que tiene mucho que comentar), sino por la falta
de humanidad que las mismas reflejan.
Hay que ser muy mezquino, ruin y
soez para culpabilizar a la auxiliar de enfermería de haberse contagiado. Para
tratar de convencer a la opinión pública de que la responsabilidad no es suya.
Para convertir en cabeza de turco a una mujer que se debate ahora mismo entre
la vida y la muerte y que ofreció voluntariamente arriesgar su vida para cuidar
la de alguien que llevaba luchando contra la injusticia en África desde hacía
varios años. Hay que ser muy poco digno. Y muy poco humano.
Sin embargo, no es algo que pille
por sorpresa, porque es una estrategia que ya han utilizado. Y si no, recordad
el accidente de metro de Valencia o el del tren de Santiago, donde los únicos
responsables señalados fueron los conductores de la maquinaria. Y tampoco es
algo que se ciña de manera exclusiva a la clase política, pues son varios los
periódicos y periodistas que se han sumado a este linchamiento sin sentido (Ángel
Expósito, me has decepcionado tanto). Pero dice tanto de esas personas, que es
imposible no sentir un profundo malestar en el cuerpo al ver que existen seres
humanos tan poco merecedores del nombre.
Y quizás, una de los elementos
más hirientes de todo este asunto sea comprobar que resulta muy difícil no entrar
en su juego y caer en el error. Continuamente escucho frases como “este país es
de risa”, “si es que lo que no pase en España…” y otros comentarios similares,
en ocasiones pronunciados por mis mismos labios. Cuando la culpa no es nuestra.
Ni compartida. Ni un supuesto fruto de nuestra “cultura de vagos e incompetentes”.
La culpa tiene nombres y apellidos (y estos no son Teresa Romero).
En nuestra identidad como país no
cabe tal nivel de mezquindad y vileza. España no es eso. España no es ese
puñado de incompetentes que dicen representarnos y que tan solo suponen un
mínimo porcentaje de lo que en realidad somos.
Puestos a identificarse con una
minoría de los españoles, prefiero hacerlo con aquella que es lo
suficientemente valiente como para arriesgar su vida, ya sea yéndose a África o
limpiando la habitación de un misionero infectado, que con aquella que diluye
su responsabilidad culpando al eslabón más débil.
Ellos no son España y en absoluto
nos representan.
A Teresa Romero. Ojalá vivas.